domingo, 26 de junio de 2011

MALAGA. Los cinco retos de la llegada del metro al Centro. (LAOPINION)

La construcción del último tramo del túnel del metro oportunidades para reordenar el tráfico y las calles afectadas





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Los cinco retos de la llegada del metro al Centro
Los cinco retos de la llegada del metro al Centro
MIGUEL FERRARY. MÁLAGAQueda un año para que la obra del metro salte el río Guadalmedina. Será en el verano de 2012 cuando las primeras máquinas entren el tramo entre el cauce del río y La Malagueta. Por delante quedarán 14 meses de afección a la vida diaria y algo más de dos años hasta terminar la obra. El objetivo será llevar el metro hasta su parada final en el paseo de Reding. Pero hay más. La reposición de lo que haya en superficie abre cinco oportunidades de cambio para la ciudad. Cinco decisiones que podrán cambiar la faz de este eje de Málaga. Será ahora o nunca, y por nunca se entiende al menos los próximos 25 años, que es más o menos lo que ha pasado desde que se construyera el aparcamiento de la Marina. La obra afectará a un tramo de apenas 1,8 kilómetros de longitud, pero con capacidad de cambiar el Centro.



01. La plaza de Manuel Alcántara y la fuente de las GitanillasDesde que se quitara de la plaza de la Constitución, la fuente de las Gitanillas ha tenido una ubicación extraña en la plaza de Manuel Alcántara, donde confluyen la avenida de Andalucía, Armengual de la Mota y el acceso a la avenida de la Aurora. Una zona con apenas 40 años de antigüedad y donde priman los edificios modernos. La imagen romántica de esta fuente rompe con este entorno y son muchos los que se preguntan si es el lugar adecuado para esta obra de Adrián Risueño, de estilo regionalista. La fuente, ahora guardada, parece hecha para un espacio más céntrico, mientras que ya hay voces que piden una escultura moderna y simbólica para servir de entrada al Centro. La escultura de homenaje a Picasso, de Berrocal, ha sido una de las opciones planteadas, pero fue expresamente hecha para los jardines Picasso y no parece adecuado moverla.02. El puente de Tetuán La obra del metro obligará a desmontar todo el carril norte de este puente, desviando la circulación a los viales del tablero sur. La restitución del puente abre varias posibilidades, más allá de volver a lo que hay actualmente: cambiar la estética del puente, ampliar la acera, mejora la conexión con el Centro e, incluso, ahora que está el debate sobre el Guadalmedina, se podría plantear unirlo con el cercano puente de la Esperanza y crear una amplia plataforma peatonal que una las dos orillas.03. La Alameda PrincipalEl origen de la Alameda Principal es la creación de un gran paseo para los ciudadanos, donde relacionarse y tener una zona de esparcimiento. La llegada del tráfico la ha convertido en un eje fundamental, con 41 paradas de autobuses concentrada en apenas unos cientos de metros. Las obras del metro implican ocupar los carriles de la parte norte, trasladar 34 cabeceras de autobuses a Muelle de Heredia, inicio del Parque y Alameda de Colón. Además, la mayor parte del tráfico se desviará al eje litoral. En definitiva, se vaciará de gran parte de la circulación que soporta actualmente durante las obras, con 16 actuaciones para desviar el tráfico. Una vez que terminen los trabajos, se abre la posibilidad de peatonalizar la parte central, para recuperar ese uso ciudadano original, y mantener el tráfico por los laterales. La clave está en potenciar el eje litoral y eliminar las cabeceras de los autobuses.04. La plaza de la MarinaLa Oficina del Metro ha planteado aprovechar la obra para soterrar el tráfico de coches por la plaza de la Marina y conectar con la calle Larios y una hipotética peatonalización del paseo central de la Alameda. Sería una obra relativamente sencilla, ya que el túnel pasará bajo la cota del actual aparcamiento y éste se podría adaptar para desviar el tráfico bajo la superficie. Además, si el Ayuntamiento decidiera sacrificar el resto del aparcamiento, con una pequeña obra se podría ubicar un intercambiador de autobuses urbanos e interurbanos bajo la actual fuente, aprovechando el espacio actual con un pequeño rebaje de la cota.05. El Parque con menos tráficoLa obra de construcción del metro ocupará los carriles de tráfico del Parque de la parte norte, que ahora reciben el tráfico procedente del Palo. Para esta circulación se habilitarán tres carriles en el Parque, dos para transporte público y uno para privado, ya que la mayor parte se desviará al eje litoral –Paseo de los Curas y Muelle de Heredia–. Esto liberará la fuente de Torrijos de la mayor parte de la circulación que crea los actuales atascos. De afianzarse este eje litoral, el Parque pasaría a un segundo plano como eje de tráfico y se podría ampliar la zona dedicada al peatón, eliminando ruido y actividad en una zona concebida para el paseo y la estancia del malagueño.Las clavesEl último tramo empezará en el verano del año próximoEl último tramo del metro de Málaga, de 1,8 kilómetros entre el Guadalmedina y La Malagueta, se empezará a construir en el verano de 2012, con un presupuesto de 125 millones de euros. Irá por debajo del nivel freático y tendrá que atraviesa el cauce del río y el aparcamiento de la Marina.La reurbanización de la zona afectada abre nuevas posibilidadesUna vez que se abre la calle para construir el metro surge la pregunta sobre qué hacer luego, cuando haya que reponer. Ahora es el momento de decidir qué se hará, para aprovechar la obra de reurbanización.

MALAGA. El río que vertebra la ciudad. (MALAGAHOY)

El Guadalmedina ha provocado a lo largo de la historia graves inundaciones que obligaron a construir la presa del Limonero y ahora se le busca una solución para acondicionar este espacio

RAQUEL GARRIDO / MÁLAGA | ACTUALIZADO 26.06.2011 - 01:00

El río Guadalmedina ha dado más de un susto a la ciudad. El más reciente fue en 1907 cuando su desbordamiento provocó decenas de muertos Hasta entonces, el modesto canal serpenteaba por un cauce que estaba prácticamente a la misma altura que las calles laterales, lo que obligó a construir los paredones a modo de muralla para proteger las casas cercanas en caso de riada. Incluso antes de que se construyera la presa del Limonero para prevenir inundaciones en la capital, lo normal era que esta auténtica rambla mediterránea sólo llevara agua algunos días en otoño e invierno. Mientras, las bestias de carga aprovechan para descansar y abrevar. El hecho de que el cauce permaneciera seco durante casi todo el año facilitaba que fuera utilizado como punto de descanso, lugar de mercado e incluso que fuera escenario de las famosas pedreas o batallas campales a pedradas entre los niños de los barrios cercanos, contó el historiador Víctor Heredia. La puesta en cultivo de las tierras de los Montes, por donde discurre su curso alto, y la consiguiente deforestación de su cuenca, dieron paso a continuas inundaciones a partir del siglo XVI, que provocaban periódicamente grandes daños y víctimas mortales. La solución tradicional fue, dijo, "la de levantar murallas de defensa, hasta que a principios del siglo XX se construyeron el nuevo encauzamiento urbano -origen de la barriada de Ciudad Jardín- y la presa del Agujero, y se iniciaron los trabajos de reforestación de los Montes de Málaga". El Guadalmedina delimita el centro y los barrios que quedaban al norte y al este, y por otro los barrios populares de la Trinidad y el Perchel. En la foto se ve en primer plano el pasillo de Santa Isabel, con una acera limitada por el paredón del río que se mantuvo hasta la década de 1990. A la derecha quedan los edificios que han sido reconstruidos recientemente para acoger el Hotel Posada del Patio y la entrada a la calle Cisneros, abierta poco antes. Al fondo queda la entrada a la calle Carretería, con unos arcos junto al río que son los últimos restos del mercado de Santa Isabel, conjunto de puestos de madera que servían de mercado de abastos desde el siglo XIX. La comunicación entre ambas márgenes se hacía generalmente a través de portillos abiertos en los paredones, y los puentes eran escasos. El único que permitía el paso de carruajes y vehículos era el de Tetuán, inaugurado en 1860. A la altura de las iglesias de Santo Domingo y de la Aurora existían pasarelas de madera de uso exclusivamente peatonal. Fue en el siglo XX cuando se construyeron puentes realmente aptos para el tráfico rodado. En todo caso, la vieja estampa y su contraste con la imagen actual, resultado de las reformas del cauce y su entorno ejecutadas en los años 90, recuerdan el eterno debate sobre el cauce urbano del Guadalmedina que aún está sin solucionar. l LOS PASILLOS DEL RÍO. Las calles que daban al río Guadalmedina tenían una denominación específica, pasillo, quizás derivada de la estrechez que quedaba entre los edificios y los paredones que limitaban el cauce. Así, en la margen oriental (la del centro) se sucedían de sur a norte los pasillos de Atocha, Santa Isabel y de la Cárcel (actual Avenida de la Rosaleda), mientras que en la margen occidental se alineaban los pasillos del Matadero, de Santo Domingo, de Guimbarda y de Natera (actual Avenida de Fátima), algunos ya desaparecidos completamente.l LA TRIBUNA DE LOS POBRES. La escalinata del puente de la Aurora, más conocida como la Tribuna de los Pobres, no se levantó hasta la década de 1930. Este puente metálico, que sustituía a la vieja pasarela de madera muchas veces reconstruida tras cada inundación, fue diseñado por el ingeniero Manuel Giménez Lombardo y el rey Alfonso XIII puso la primera piedra en 1921. Las obras se desarrollaron entre 1923 y 1930, complicadas por la necesidad de modificar el entorno urbanístico para poder trazar las rampas de acceso al nuevo puente. Fue necesario rectificar el trazado de la calle Mármoles y derribar las casas de la entrada de Carretería.

MALAGA. En alas del caudal urbano. (MALAGAHOY)

Málaga fue por primera vez una gran ciudad aquí, en este trazado que desde el corazón del municipio hasta la circunvalación abre, a lo largo de la Avenida de Andalucía, todo un mundo dinámico, humano y diverso

PABLO BUJALANCE / MÁLAGA | ACTUALIZADO 26.06.2011 - 01:00
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En la página anterior, paisaje desde el Puente de las Américas, estructura emblemática en la articulación del casco urbano malagueño. En esta página, de arriba a abajo y de izquierda a derecha, una escultura junto al mismo puente, tráfico rodado en la Avenida de Andalucía, un poco de paz con prensa y perro, la popular escultura de Miguel Berrocal en los Jardines de Picasso y perfil arquitectónico desde la Plaza de Manuel Alcántara.

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Podemos andar, dice él, seguir caminando hasta la comisaría; pero ella replica, está muy lejos y hace mucho calor, mejor tomamos el autobús. La pareja de jóvenes estudiantes se acerca a la parada del 20 más próxima a El Corte Inglés, ella con el pelo recogido en una trenza admirable, él más humano debajo de su camiseta de La naranja mecánica, los dos se sientan y esperan mientras a pocos pasos la obra del metro todavía es una jauría prehistórica de dinosaurios encajados en el inframundo. En Hacienda, las colas para ultimar las declaraciones de la renta de los más rezagados abultan de manera considerable, son tantos los que se resisten aún a formalizarlo todo por internet, con los papeles en la mano, dice un señor bajito con camisa de rayas mal metida en los pantalones y tocado con una gorra naranja de fontanero, con los papeles en la mano no le engañan a uno. Es un jueves de junio por la mañana, hace un calor sofocante pero el cielo está nublado y desde el puente de Tetuán se advierte cierta niebla aún espesa; toda esta emulsión multiplica el efecto del bochorno en los organismos pluricelulares: en el puente abundan los notables trajeados que corren a toda prisa con sus carpetas y maletines en la mano, los grupos de turistas veinteañeros que deciden aventurarse más allá del centro, los hombres y mujeres que vienen cargados de bolsas desde el mercado de Atarazanas, más estudiantes con mochilas y mamotretos, vendedores de lotería, mendigos que piden en silencio su limosna, policías que custodian la seguridad del respetable y músicos callejeros que puntean Let it becomo lección del primer curso de guitarra por correspondencia, una marea que se extiende en mil y una direcciones, tal vez hacia la Alameda, tal vez hacia la Avenida de Andalucía. Siguiendo la orientación de esta última salen al encuentro la sede de Correos (detenida como un gigante herido y cubierto en la orilla del río, o lo que una vez fue un río), El Corte Inglés, la iglesia de San Pedro, sus anchas aceras como plazas, el parking público, la Plaza de Manuel Alcántara (o lo que queda de ella por obra y gracia de las obras del metro), la conexión todavía cerrada a causa de las mismas obras con la Estación María Zambrano a través del Perchel, y mucha más gente, mayores y niños, vestida a la última o con las chanclas del verano pasado recién desempolvadas, dispuesta a gastar dinero en las tiendas o a encontrar el modo de ganarlo, gente que habla a voz en grito en sus teléfonos móviles y tienta a la suerte para cruzar la avenida cuando todavía no ha cambiado el semáforo, vamos ahora, Antonia, ahora que no viene nadie. En pocas áreas de la ciudad se puede adquirir una impresión similar de dinamismo, de calidad humana puesta al límite de su velocidad, seguramente porque en pocos sitios tanta gente se la juega cada día para llegar a tiempo a donde tiene que dejarse el pellejo. Desde aquí, desde esta parada del 20 en que la pareja del comienzo espera el autobús que la lleve a la comisaría, se abre la Avenida de Andalucía, el enorme trazado cuyas lindes coinciden con el Polígono Alameda, más comúnmente conocido como la Prolongación de la Alameda. A medida que el caminante da la razón a los usuarios de la EMT, agobiado por el calor, las aceras se hacen todavía más anchas, los jardines compiten en la conquista del espacio con edificios de utópica arquitectura setentera y la gente, más gente, se adueña de todo lo que queda a su alcance, como si este barrio, que lo es, o lo parece, también fuera un festín puesto a su servicio.

Málaga tuvo aquí su primera estampa de gran ciudad. La tradicional frontera del río quedó fulminada cuando se conectó el corazón de la urbe, encarnado en la Alameda, con sus salidas, hoy amasadas en la circunvalación. Un salto de varios kilómetros adscrito a la Avenida de Andalucía, que todavía hoy sigue sosteniendo buena parte del tráfico diario de la ciudad, como un lento monumento a la postmodernidad. Para llenar la extensión ganada se dio rienda suelta a la utopía: el sueño de una Málaga cosmopolita y próspera se escenificó en sus primeros grandes edificios. La Avenida de Andalucía vio nacer así las pioneras alturas arquitectónicas, edificios que hoy, unos cuarenta años después, prosiguen a pleno rendimiento como sedes de las más diversas instituciones (de consulados a bancos), residencias de una presunta clase burguesa inevitablemente venida a menos y despachos de profesionales liberales de la más diversa calaña. En la misma avenida pueden encontrarse grandes agentes testimoniales como Cortefiel y el centro universitario de español para extranjeros, una tónica que se multiplica en los contornos, ya sea en la Plaza de San Juan de la Cruz o en la Avenida de la Aurora, donde las delegaciones del Gobierno andaluz, los centros comerciales, los bufetes de abogados y las clínicas pediátricas son ya patrimonio señero del barrio. Toda una ciudad vertical se resuelve en cristalería y cemento, signo de una época en la que se tenía la ilusión de que la ciudad funcionaba, o podía funcionar. Pero en los espacios que esta anatomía ambiciosa deja en blanco, como santuarios respetados, brotan los lugares de esparcimiento. Los Jardines de Picasso son un recodo emblemático en Málaga y un parque único en su género, con su diversa oferta floral y botánica, sus senderos para paseantes bucólicos, sus bancos para lectores en busca de quietud, su histórica escultura de Berrocal, sus columpios y sus plazas de nombres extraños. Hoy, un verdadero trajín alimenta este rincón verde que se muestra más sucio de lo que debería, padres que llevan a sus pequeños en hombros, solitarios que pasean a sus perros o practican footing a nivel avanzado, canis que juguetean con sus Ipods mientras silban a una chica que pasa hojeando una revista. Los jardines conectan con los que rodean al Puente de las Américas, otro emblema de la articulación malagueña, y desde este punto hasta el final de la Avenida de Andalucía (allí donde asoman El Fuerte, Carranque y Los Corazones, alzados como periferia para que evitar que el Polígono Alameda lo fuera) más edificios altos perfilan un horizonte que quiso ser vanguardia y hoy amanece teñido de nostalgia, con sus grandes luminosos en las azoteas. Nadie diría que aquí hay crisis: todo se desplaza como un rayo. Una señora muy delgada y con grave voz masculina pasea a su nieto en cochecito mientras remata un Chester: "¿Esto, un barrio? Aquí no se conoce nadie". Es el precio a pagar que imponen los tiempos. Pero Málaga se desborda.