domingo, 27 de febrero de 2011

MÁLAGA El metro avanza a pico y pala. (SUR)

El túnel bajo la ronda oeste se perfora de forma manual para no afectar al tráfico. El proyecto, en el que participan 22 mineros, está cercano al final de su camino entre Teatinos y Portada Alta

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MARBELLA Marbella excava en sus orígenes. (SUR)

l Castillo se someterá a la primera prospección arqueológica de su historia en busca de restos romanos

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VESTIGIOS ARQUEOLÓGICOS CON PROYECTOS EN CURSO


Ocurrió como suele pasar con los hallazgos que van cubriendo los huecos de la historia: por casualidad. Un puñado de operarios trabajaban en una zanja en la calle Escuela, en pleno casco antiguo y en las inmediaciones del Castillo de Marbella, cuando las taladradoras alcanzaron un tipo de piedra que no les resultó familiar. A ellos no pero sí al arqueólogo contratado por el Ayuntamiento para la vigilancia de una obra que a priori iba a ser rutinaria. La actuación solo buscaba mejorar las redes y el pavimento de lo que parecía una vía más, pero se acabó demostrando que no era una calle cualquiera. El diagnóstico no pudo ser más sorprendente. El suelo había dejado al descubierto tres elementos que apuntaban a la existencia de un asentamiento romano en la zona: un pavimento, un muro con algunas líneas de sillares y una basa sobre la que se habría sustentado una columna. Oro puro para los historiadores.
Hasta ese momento todos los restos vinculados a esta civilización -caso de la Villa Romana de Río Verde, del siglo I después de Cristo- habían aparecido dispersos por otros lugares del término municipal. Retrotraer los orígenes del pueblo a un primitiva ciudad romana no habían sido más que suposiciones más o menos osadas. Hasta que en agosto de 2009 llegó este golpe de gracia que pondría sobre la pista de un posible giro en el primer capítulo de la historia de Marbella. Lejos de hacer oídos sordos a este descubrimiento, el Ayuntamiento tomó nota del reto que se le abría por delante: la posibilidad de reescribir los orígenes de la ciudad antes incluso del asentamiento musulmán. Y el primer paso, tímido pero decidido, está a la vuelta de la esquina. La Delegación Municipal de Cultura solicitará a la Junta permiso para realizar una excavación arqueológica dentro del propio Castillo.
Será la primera de toda su historia. Según explicó su responsable, la concejala Carmen Díaz, esta intervención, que se acometerá al margen de plan director en tramitación que prevé una puesta en valor más ambiciosa de este monumento del siglo X, permitirá concretar sobre el terreno si realmente hay restos romanos en la zona o si el deseo de los expertos en patrimonio ha ido por delante de la realidad. «Los trabajos se realizarán en una zona próxima a la muralla, en el colegio de El Carmen, pero sin que afecte a los elementos de consolidación», adelantó sobre los pormenores de la actuación, presupuestada en 5.000 euros, que podría ayudar a cubrir definitivamente los vacíos del pasado de Marbella.
Estudio por capas
En concreto, los arqueólogos realizarán un estudio estratigráfico. Esto es, un análisis de cada una de las capas que se superponen bajo tierra atendiendo a su antigüedad y que busca documentar la presencia de sillares. «Es un primer paso fantástico para dar respuesta a la pregunta de dónde están los orígenes del pueblo», valoró Catalina Urbaneja, presidenta de la Asociación Cilniana, que trabaja desde hace quince años por la defensa del patrimonio histórico de la Costa del Sol. «Los musulmanes fueron los grandes recicladores de la historia, todo lo reutilizaban, y podremos conocer si parte de los materiales del Castillo pertenecen a algo que había anteriormente y que se destruyó», apuntó la cabeza visible de un colectivo de más de 200 socios que en los años del gilismo, cuando se vapuleó el patrimonio histórico local, alzaron la voz para evitar más tropelías de las que cometieron.
La expectación es máxima. Cree que la primera excavación en las inmediaciones de la fortaleza mandada a construir por Abderramán III contextualizará los años donde pudo germinar la ciudad, especialmente si se da continuidad a los restos que asomaron hace un año y medio en calle Escuela. Lo describe así: «Se intuyó un pequeño graderío que parecía que continuaba y que puede ser parte de una acrópolis». Y si los resultados no son tan buenos como lo esperado, al menos podrán orientar a los expertos para buscar nuevos puntos para futuras excavaciones. «La pena es que no se haya hecho antes pero estando donde está es difícil. No se puede desmontar el Castillo entero», bromea Urbaneja.
No son los únicos proyectos para el Castillo, el gran desconocido para los visitantes e incluso para muchos vecinos de Marbella. El Ayuntamiento tiene en cartera un plan director que empezó a elaborarse en la época de la comisión gestora y que está pendiente de pasar el filtro de la Junta. Tras algunas modificaciones que requirió la Consejería de Cultura, que tutela uno de los BIC mas importantes de la ciudad, parece que su futuro se despeja. Los frutos no se verán de un día para otro. El horizonte que plantea el documento, que incluye medidas para conocer el estado real de la fortaleza y sus murallas y para frenar su deterioro, se plantea para su desarrollo a lo largo de una década. Esto es, será una especie de hoja de ruta que pone negro sobre blanco qué cosas se pueden hacer y cuáles no en el monumento y en su entorno.
Ahí se incluirán, huelga decirlo, más prospecciones arqueológicas que arrojen luz sobre las primeras civilizaciones que pusieron sus ojos en la ciudad. El consenso entre las administraciones local y autonómica y las inversiones de ambas serán decisivas para que su puesta en marcha no se eternice. A medio plazo el Ayuntamiento también trabaja en una actuación para sacar a flote la Villa Romana de Río Verde, que acaba de cumplir dos años cubierta por unas lonas y grava para preservar los mosaicos a la espera del proyecto de instalación de pasarelas por parte de la Junta, que no termina de arrancar. Mientras, el equipo de gobierno ha diseñado una actuación que costará 400.000 euros. Incluiría un nuevo cerramiento y la colocación de una cubierta en este valioso yacimiento.
En este caso no se acometerá íntegramente con fondos propios. El informe, según indicó la delegada de Cultura, ya está en los despachos del Ministerio de Fomento, administración a la que se ha pedido la financiación con cargo al 1 por ciento cultural de la obra del soterramiento de la A-7. De esta misma partida ya ha salido parte de la inversión para otro de los monumentos de más entidad que aún perduran en el término municipal: la Basílica Paleocristiana de Vega del Mar, que data del siglo IV. En abril comenzarán los trabajos, cofinanciados por Fomento y el Consistorio y que supondrán un desembolso de 177.000 euros.
En suma, comprenderán la consolidación del yacimiento con la instalación de nuevo vallado, iluminación y protección de la pila bautismal y de las excavaciones. «Siempre ha sido el más abandonado», se lamenta la presidenta de Cilniana, que anima a las autoridades a ser más ambiciosas en ambos yacimientos arqueológicos para ir arrojando más luz a la historia. En el de la villa romana, apunta a un solar hacia al norte en el que se deberían realizar prospecciones y, en la basílica, a continuar hurgando en unos restos romanos dispersos que se encontraron en una parcela anexa. «Sería muy importante para cambiar el perfil turístico de la ciudad, para dar a conocer todo el potencial cultural», añade.
Esa es la senda que ha iniciado en estos años, desde que los gobiernos del GIL pasaron a la historia, el Ayuntamiento. «Sabemos que queda mucho por hacer pero lo importante es ir dando pasos», reconoce la concejala de Cultura. Ese cambio en la sensibilidad hacia el patrimonio no solo se nota en las actuaciones sobre la mesa. También en el gesto de algunos vecinos, que animados por esta bocanada de aire fresco en la gestión municipal han entregado algunas piezas arqueológicas encontradas en recovecos de la ciudad para que engrosen la futura sala municipal. «Queremos que el patrimonio esté siempre presente. Que se hagan estudios y que se conozca», añade Díaz. Esfuerzos para que Marbella presuma de sus orígenes.

MALAGA. El Bulto, Barrio que fue, será. (MALAGAHOY)

Depositario de algunas de las últimas infraestructuras más importantes de la ciudad, reales o prometidas, este enclave con olor a sal se empeña en mantener su identidad como utopía imposible a costa del olvido

PABLO BUJALANCE / MÁLAGA | ACTUALIZADO 27.02.2011 - 01:00
No sabe uno qué hacer cuando de repente huele a sal y el mar está escondido detrás de una verja. Una gran pancarta anuncia la construcción del Auditorio, infraestructura estrella de la Málaga de papel, la prometida en programas electorales, la no consumada, ni siquiera intuida. Al menos, en este mismo tramo del Paseo Marítimo Antonio Machado el muelle termina y aparecen las barcas de pescadores. Pero merece la pena volver atrás. Desde la calle Fernán Núñez, desde el Colegio San Manuel. La nueva sede de la Gerencia de Urbanismo se abre como un templo babilónico hecho de vidrio y ambición, una mole que lo oculta todo, muro que secuestra un improbable azul del cielo. Al lado, el Hotel Monte Málaga es en esta mañana de invierno un hormiguero de discreción traicionada por el que entran y salen ejecutivos de maletín impecable y corbata ondeada por el viento, y también algunos turistas que hacen temporada por su cuenta, en su mayoría parejas mayores que creen disfrutar un calor caribeño ahora que, ciertamente, no hay nubes. Pero de vuelta al Paseo Marítimo, recuperada la valla y su extremo, no se puede más que admitir la evidencia: esto no es un barrio, maldita sea. Apenas es una zona intermedia, un acceso, una extensión entre el Muelle Heredia y la ciudad nueva que se abre a partir de Huelin. Una mísera rotonda, un atajo para llegar a la Estación María Zambrano. Y el mar, que incluso tras las pequeñas barcas parece igual de tapado, triste, sin nada que decir, apenas es aquí un argumento urbano. Pero, ¿no es esto El Bulto? ¿No nació aquí la Málaga obrera, la Málaga cantaora, la Málaga reprimida, la Málaga lumpen? Caminando por las aceras, porque apenas se puede hacer aquí otra cosa, uno llega a la conclusión de que en el desarrollo proverbial de la ciudad a alguien se le olvidó hacer aquí un barrio. Posiblemente a los mismos que destruyeron el que ya había. Entonces, cuando apenas quedan motivos a los que aferrarse más allá de la vía inhumana del ferrocarril que parte el enclave como una cicatriz mal curada, los solares en los que se amontonan los coches mal aparcados y la veintena de casas antiguas que aún quedan en pie, se recurre a la memoria, o a la historia, para poner las cosas en su sitio, para que Málaga siga siendo Málaga. El Bulto nació a mediados del siglo XIX como residencia de trabajadores de algunas de las grandes industrias metalúrgicas que por aquellos años comenzaban a instalarse en la ciudad, las mismas que la convertirían en agente económico de primer orden para el país. Pero, como anexo del Perchel, no tardó en sumar a este rasgo el de barrio de pescadores, tendencia que enseguida se contaminó al ínclito Huelin. Aquí sucedió la Revolución Industrial. Aquí se organizó el primer movimiento obrero. Aquí prendió la conciencia, la producción, el factor humano, el humo que se enquista en los pulmones. Aquí fue donde muchos que vinieron desde los pueblos del interior conocieron la especialización laboral, la precisión del oficio, la limpieza del mecanismo. Aquí se pusieron en marcha las primeras organizaciones sindicales, y algún recuerdo queda de estas lides en paredes y fachadas. Aquí convivieron la pesca tradicional, la que se juega la vida cada madrugada, y el prodigio económico que parió a la vez al capitalismo en su versión menos fina y al comunismo. Y por eso, en febrero de 1937, El Bulto fue la zona más castigada, la que con más violencia se vio obligada a emprender la huida a pie, la que vio masacrados sus corralones, la que quedó esquilmada a conciencia, todo el empeño de un ejército nacional para extirpar de raíz cualquier posible fuente de rebelión. Luego, el desierto, la miseria, el hambre, las ratas. Hasta bien entrados los años 60 ninguna institución se hizo cargo de la recogida de basuras. Había que estirar hasta el extremo la connotación de perdedores, que nadie olvidara. Desde los 60 hasta los 80 la delincuencia, la droga, el gueto, el mar definitivamente sepultado. Y luego la historia de una ciudad empeñada en crecer hacia el futuro destruyendo cualquier atisbo de pasado. La lógica de los fundamentalismos.

Pero ¿qué queda de todo aquello? Uno investiga con intención de detective por las calles López Pinto, La Mina y Lebrija. Nada. Una mujer con gafas de sol se dispone a sentar a su hija pequeña en la sillita de su automóvil: "No lo sé. Sólo digo que debían quitar la vía, que no sirve para nada y es un peligro. Es una cosa demasiado antigua, a ver si arreglan eso de una vez". Junto a un muro inundado de grafitis y pintadas soeces, otra mujer con el pelo muy corto se detiene con el viento a favor: "Yo viví en el barrio de niña, ahora voy a ver a mi madre, a ella la realojaron por aquí cerca cuando tiraron la casa. Es cierto que había mucha inseguridad, pero cuando al fin decidieron meterle mano al asunto lo que no podíamos imaginar es que lo iban a quitar todo, que se iban a cargar el barrio. A lo mejor había otra solución". Tras uno de los solares reconvertidos en aparcamientos se mantiene en pie el pequeño núcleo de casas primigenias, vacías. Hay también algunos edificios construidos en los 70, con ropa tendida en las ventanas y un tendido eléctrico digno del derribo. Pero no existe articulación alguna, sólo una sucesión de espacios habitados y en blanco de la que no se puede extraer una sola idea de ciudad. Los peatones cruzan la vía, misteriosa, cuyo trazado parece perderse en el paisaje idóneo de una película de terror. En su entorno, especialmente en los solares, la suciedad se acumula en forma de bolsas de plástico, envoltorio, basuras orgánicas e insectos que resisten bien el invierno. El ruido del tráfico es una constante, con los baches convertidos en sobresaltos. En el suelo todo es tierra y polvo. En la orilla de la playa, algunas barcas que todavía faenan. A pesar del viento el sol pica, es generoso para los turistas del hotel. Huele otra vez a sal, o a lo que uno imagina que es sal. Cuando se piensa aquí en el futuro queda un regusto amargo. Habrá Auditorio, más circulación, la extensión natural del centro. Pero Málaga será un poco más pobre, un poco menos suya. Medio siglo basta para olvidar.